Carlos queda impresionado cuando el cura Eugenio le conciencia sobre el respeto a los animales seres vivos que no se deben matar. El menor de los Alcántara lleva al extremo su reciente condición de defensor de los animales y deja de cazar bichos. Los problemas aparecerán cuando oculte a su familia que tiene piojos. Y es que aunque le pique la cabeza, los piojos son seres vivos que merecen vivir.